lunes, junio 19, 2006

Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”.
P.C.

Somos una sociedad acostumbrada a llevar un ritmo de vida por rutina, a seguir ciertas normas porque la sociedad entera las sigue; a pensar de cierto tipo porque así me enseñaron; a creer en eso porque en eso creyeron mis padres.
Somos una sociedad llena de seres que se levantan todos los días a llevar un mismo ritmo de vida porque cambiar le implicaría demasiados riesgos, y entonces enfilamos un mismo riel por el cual marchar, y cuyo mayor temor es no saber cuando encontrará su amor, o si es el indicado.
Somos una sociedad que no se atreve a sentir diferente porque desencadenaría un desorden en el sistema establecido y eso sencillamente no está bien porque iría contra el orden creado.
Pero hay una minoría que aún se permite soñar con imposibles y de seguir creyendo en buenos deseos mencionados en historias ya olvidadas. Que aún se perturban cuando ven sentimientos de odio y trabajan para que sencillamente algún día todo cambie.


A orillas del río Piedra me senté y lloré. Cuenta una leyenda que todo lo que cae en las aguas de este río - las hojas, los insectos, las plumas de las aves - se transforma en las piedras de su lecho. Ah, si pudiera arrancarme el corazón del pecho y tirarlo a la corriente; así no habría más dolor, ni nostalgia, ni recuerdos.
A orillas del río Piedra me senté y lloré. El frío del invierno me hacía sentir las lágrimas en el rostro, que se mezclaban con las aguas heladas que pasaban por delante de mí. En algún lugar ese río se junta con otro, después con otro, hasta que - lejos de mis ojos y de mi corazón- todas esas aguas se confunden con el mar.
Que mis lágrimas corran así bien lejos, para que mi amor nunca sepa que un día lloré por él. Que mis lágrimas corran bien lejos, así olvidaré el río Piedra, el monasterio, la iglesia en los Pirineos, la bruma, los caminos que recorrimos juntos.
Olvidaré los caminos, las montañas y los campos de mis sueños, sueños que eran míos y que yo no conocía.
P.C.

4 comentarios:

Carlos Durango P dijo...

Hay una minoría que cree en lo que los demás no creen, los mismos que se inventan un mundo tal como lo desean, para vivir en él sin importar lo que piensen los demás, ni siquiera si les afecta.

Y eso es bacano y bonito!

Lo de convertirse en piedra si esta tenaz, que tal que uno se caiga en ese rió, o que lo empujen.

Artehaga dijo...

Ese fue el primer libro qu eleí de Coelho, y tengo que reconocer qu eme gustó. Muy, muy linda, la frase del comienzo, sobre las cosas que nos pueden enseñar los niños. Esa será la lección del día de hoy.

:.:Andrés Pablo Agámez Polo:.: dijo...

hoy aprendi algo

Megumi-san dijo...

Hola, pues me encantó la frase acerca de los niños, pero si uno se porta así no falta el lo mira feo a uno; creo que es lo por lo que expresas después: nos educan para seguir reglas y normas preestablecidas y lo nuevo o diferente a muchos aterra.

En cuanto a la Pablo Cohelo, en realidad no me gusta ni cinco, pero he de reconocer que ese libro me lo leí para poder hablar luego con autoridad y decir el porque de mi desagrado.

Cuídense!!!