No quiero arriesgarme a hundirme en abismos de ceguera desesperación, no quiero atar mi tranquilidad a ángeles endemoniados; no se vuelve al barro cuando ya se conocen los caminos que arrastran a él, pero los impulsos del corazón a veces me ganan en fortaleza.
Ya no quiero perderme en otros cielos donde no se eleven tus alas, ni ir a oscuridades que no huyan de tu luz, simplemente ya no deseo partir mucho tiempo lejos de tu lado.
Cada minuto lucho por no permitir que la locura se apodere de mí ser, el cual se absorbe en nuevos pensamientos que lo seducen, que lo hacen volar y al parecer que lo hacen feliz.
Que difícil es plasmar lo que realmente se siente, creo que no he dicho realmente lo que me agobia y que lo que aquí está escrito revela cosas que no pensé que estaba sintiendo; pero a veces no es el subconsciente el que engaña, el puño y la letra también revelan y esta noche dejé que fueran ellos los que desahogaran la angustia que me embarga, aunque simplemente pude decir desde el principio que muchas veces me haces falta.
De Plata y Oro
Telperion y Laurelin, así fueron llamados alguna vez, el Árbol de Plata y el Árbol Dorado, nombres dados por sus luces las cuales iluminaban la tierra de Valinor (morada de los Poderes) durante 7 horas cada uno, pero 2 horas antes que la luz de uno menguara las luz del otro comenzaba a crecer; luces que fueron inspiración para la creación de los 3 Silmarilli del elfo Fëanor, quien las negó cuando llegó la hora de salvarlos.
Triste fue el lamento de Yavanna, la dadora de frutos, y de Nienna, quienes con sus pesares y la magia de sus lágrimas lograron que los Árboles dieran una Flor Plateada y un Fruto Dorado en el lecho de su muerte, amarga herida causada por la araña Ungoliath, quien en complicidad de Melkor succionó toda la luz que en su esencia había.
Pero los lamentos fueron en vanos y la Flor de Telperion en manos de Tilion es guiada por los cielos, deleitándonos así con la cara blanca, Isil la Luna, que cruza nuestro firmamento en las noches; pero más poderosa fue Arien, quien en su barca transporta el Fruto Dorado de Laurelin, elevando de esta forma el Sol, Anar, quien con su nuevo brillo despertó a los hombres en esa nueva tierra.