jueves, diciembre 18, 2008

Caminata mañanera de diciembre



Estas dos primeras imágenes son nidos de aves. El que es como una mochila colgante lo hace un pájaro que acá llamamos Toche. Y el otro que es como una especia de caverna lo usan los perícos y las cotorras. Ingeniería animal, como le digo yo.






Me gusta mucho las mañanas de diciembre porque están llenas de niebla. Aproveché el tiempo libre de una de ellas para deambular nuevamente por los espacio de mi niñez, a donde escapaba de la realidad de mi pueblo para ir a nadar a escondidas de mis padres, y en donde siempre habían aventuras entre ciénagas, caños y la espesa vegetación.
Mucho de lo que fue ya no es, hay más potreros, el caño mucho más ancho, pero la naturaleza sabe como reclamar lo suyo.
Esa mañana salimos a las 6:00 y después de pasar el planchón caminamos sin rumbo fijo a lo largo del camino o la trocha que transcurre a lo largo del Caño, o la Boca como la llamamos acá, el cual se pierde en las aguas del Sinú frente a mi pueblo.
Esa zona se inundó considerablemente, y los cultivos de arroz que habían en el sitio y los potreros hoy parecen ciénagas, pero hermosas. Caminamos toda la mañana hasta reposar bajo unos árboles, en donde descansamos, hablamos y desayunamos con las viandas que compramos para el camino.
El contacto con la naturaleza me libera. Me une a esa fuerza primigenia. Me ayuda a encontrar las voces que salen de mi interior y que me recuerdan que pertenezco a ella al igual que todos los de mi raza, y que no estamos a parte de ella como no lo estamos de cualquier otro animal.
Al final de este post, comparto un video que grabamos durante nuestro andar, espero lo disfruten.





lunes, diciembre 01, 2008

Los arroyos

Como en Macondo me sentí esta semana que pasó, con mucha lluvia en el ambiente, pareciera que no iba a dejar de hacer agua más nunca y hasta me acostumbré a eso. Pensaba en las historias de García Márquez y de la lluvia monumental del pueblo de su ensoñación, que llegó a llover tanto que la humedad del ambiente permitía a los peces nadar a través de las ventanas de las casas.

Andaba todo el tiempo con botas de caucho, al trabajo, a las vueltas personales y a caminar por ahí, para observar el mundo lavado por la lluvia, se veía verde intenso, como nuevo, limpio.

La mayor parte del tiempo tocaba estar encerrado, bajo casa escuchando historias, de esas que hacen parte del asombroso acontecer de mi cultura. Nos acostábamos escuchando el agua hacer sobre el techo de palma y al despertar al día siguiente el mismo ruido del agua nos conectaba a la realidad.

Los arroyos, que abundan en esta región, no se llenan de agua todo el tiempo, únicamente cuando llueve, y cuando llueve duro.

En la época de no lluvias se seca. Únicamente queda agua en las partes más bajas, de salobre sabor. Pero en la época de lluvia si mantiene más cantidad de agua, pero no corre por su cauce con fuerza como lo hace cuando los aguaceros se dejan caer sobre la tierra.



El arroyo de las fotos pasa por detrás de la vivienda en donde moro durante la semana de mi trabajo, va dando curvas y vueltas alrededor de ella al punto que casi la rodea. Me han contado que en casos extremos el agua ha subido hasta la casa. Esta vez no llegó a tanto, pero si creció más de lo que yo le había visto hacerlo con anterioridad.

A la mañana siguiente de mermar un poco las lluvias, por lo menos los intervalos de su continuidad, ya el arroyo estaba más bajo de la mitad.

Cuando estos se suben, generalmente pasan por encima de los puentes, bloqueando las vías de acceso hasta por dos horas. Esta situación hace que asistan pocos estudiantes al colegio.