domingo, julio 20, 2008

RETROSPECTIVA

El 22 de Julio, día de María Magdalena, estoy cumpliendo años. Algo más de 20 y un poco menos de 30. A lo largo de este largo o poco tiempo, depende desde donde se mire, han sido muchas las cosas que he vivido, y muchas son muchas, y muchas también las que me han hecho cambiar.

Mi esposa dice que parece que a mi no me importara nada en el mundo, se que esto lo va a leer y quiero decirle nuevamente que sí me importan las cosas, de hecho soy muy global y a mí me importa el mundo entero, no soy individualista para preocuparme únicamente por las cosas que me rodean sin importarme mi entorno.

La vida me ha enseñado a no atarme a las cosas, y no atarse no significa que a uno no le importe, simplemente es saber despegarse de las cosas sin causarse mucho daño.

Para mi es importante aprender las lecciones que a lo largo de nuestros segundos de vida se nos van enseñando, e ir aplicándolas a mi dinámica de vida, y así lo he hecho, porque una de las principales cosas que predico es la coherencia, hay que ser consecuente con el pensamiento, los actos y lo que se dice.

Nací en el Hospital de Cereté (CórdobaColombia) al medio día y por medio de cesárea, después de tener a mi Madre desde la noche anterior con dolores internada en el centro Asistencial.

Crecí en un pueblito cuyo nombre es mi mismo apellido, un corregimiento en el límite de lo rural y lo urbano, en medio del Valle del Sinú y de fácil acceso a las ciudades de mi departamento, lo cual lo ha influenciado mucho.

Tuve una niñez que extraño mucho, de juegos en la calle, salidas a caminar por grandes extensiones de tierra llenas de árboles y fauna nativa, y aprendí a nadar en el río Sinú, que cada año arrastraba a su interior un considerable número de víctimas.

Cando inicié el Bachillerato comencé a viajar diariamente a Montería, en una rutina realmente agotadora y desalentadora, puesto que desde los compañeros que me acompañaban en la ruta escolar, hasta el Colegio en el cual estudié hasta 9° grado me enseñaron lo dañino que puede ser el ser humano, además de la inclemencia y la poca posibilidad que tiene de entender al otro desde su propia perspectiva. No tolerancia, cero respeto.

No se si llamarlo destino, pero a los 14 años pude escapar a Manizales, ciudad de donde es mi Papá, a cursar 10° y 11 ° grado, en una Academia Militar; y contrario a lo que puede parecer fue el sitio en donde más feliz fui. Académicamente comencé a mejorar, pese a que me sometí a la lejanía de todos mis seres queridos, mi familia, mis amigos, mi tierra, mi cultura, pero supe afrontarlo, aunque fue bastante duro.

Aprendí a valorar la disciplina, la responsabilidad, el respeto. Conocí la variedad del pensamiento y el comportamiento humano, y en vez de cerrarme y juzgar o rechazar me dediqué a valorarla y a entenderla.

Continué en esta ciudad mis estudios de Comunicación Social y Periodismo, y aunque fue una universidad privada, contrario a lo que sucede en Córdoba, no era únicamente un antro de personas elitistas que se preocupaban por lo que dirá la sociedad o como debo comportarme para ser popular, era un sitio pluricultural, y con lo conservador que es Manizales, las masas de jóvenes eran más abiertos a la variedad de pensamiento.

En esta etapa de mi vida aprendí a aprender de los demás, a extraer de la diversidad de pensamiento un conocimiento más global, que me guió a la tolerancia y al respeto por la diferencia, a ser realmente un ser humano y no un títere del sistema social.

Cometí un gran error, por culpa de la nostalgia y el apego al pasado, y es que vivía pensando en mis amigos y las cosas que me ataban a mi tierra de origen (excluyo de mi familia de esto) y por este sentimentalismo regresé, en busca del calor de la gente que quería y con la que había ido formando relaciones de amistad, compañía, sociedad y hasta amorosa; pero la vida me enseñó que me equivoqué y que aposté mi futuro basándome simplemente en lo que yo sentía.

Fui demasiado romántico, y pensé que la dedicación y la entrega eran mutuas en las relaciones de amistad y en cualquier otra relación. Me devolví a trabajar a mi tierra con tal de no alejarme más de la gente que quería y extrañaba con pasión para darme cuenta que yo los había idealizado y que no eran lo que creí que podrían ser.

No los culpo a ellos, me culpo a mí por cegarme. Me di los golpes más grandes en la vida, pero al final aprendí que uno no puede sostenerse en los demás. Que los sentimientos de amor y de amistad no pueden ser rígidos no sostenerse con ataduras, que el mayor acto de amor que hay en el mundo es la libertad, y que el que ama de verdad es quien permite ser libre a quien ama y desde esa libertad es capaz de ser feliz.

Aprendí a no apegarme a las cosas, mi mayor maestra fue la soledad, quien me ayudó a conocerme más y saber que era lo que había en mi interior, saber que era lo que yo era realmente y que pretendía en a vida.

Ya llevo 7 años acá en mi tierra, desde que decidí volver, y he pasado por 3 trabajos distintos y he conocido múltiples círculos de amigos con los cuales mantengo fuertes relaciones pese a lo variados, y es irónico darse cuenta que lo que una vez me jaló hacia acá ya no camina a mi lado, me enseñaron a ser fuerte y a no atar mis emociones a nadie por medio de golpes y cuando lo aprendí fueron ellos los primeros que volaron de mi lado, mejor dicho fueron los primeros de los que me aparté.

Soy un amante de la libertad, de la libertad de pensamiento, de acción, y creo que el amor es libre y no ata, para no volverse enfermizo. Tengo claro que no puedo ligar mi esencia a alguien dado que no hay cosas seguras en nuestro divagar por el mundo.

He aprendido que la única forma de ser libre es a través del conocimiento, de la capacidad de discernir y de poder elegir con criterio. De la necesidad del ser humano de ser mejor cada día, de corregir errores y sanar heridas como método de mejoramiento de vida, aunque cada vez te acerques más a la incomprensión.

Tristemente quienes no se preocupen por su interior nunca valorarán el trabajo de quienes si lo hacen, y la ceguera lleva a atacar al ser humano desde la misma incapacidad.

viernes, julio 04, 2008

Al son de Porros y Fandangos

Habiendo recuperado la sobriedad quiero hablar del fin de semana que pasó, el del 27 al 30 de Junio, fecha durante la cual se celebró el Festival Nacional del Porro (música tradicional de las sabanas de Córdoba y Sucre que se interpreta con una Banda de viento).
Hacía rato no consumía tanto lico como lo hice ese fin de semana, y los justifico a la emoción, puesto que habían pasado dos años en los cuales no había podido disfrutar del Festival, cabe a notar que el año pasado se canceló debido a las inundaciones.
Inicié la fiesta con la Alborada, para la cual me fui desde mi casa caminando media hora hacia el sitio, desde las 3:30 de la madrugada. En el camino cayó un torrencial aguacero que además de empaparme subió mi emoción al llegar al centro de San Pelayo y encontrar a las personas desde la noche anterior bailando al son de las bandas que a esa hora tocaban en el parque con el agua por encima de los tobillos.
De ahí para adelante todo fue un Fandango, entre ron, banda y guapirreos se desarrollaron los tres días seguidos, escuchando a los grupos concursantes interpretar piezas musicales que a nosotros los Sinuanos nos hace hervir la sangre.
El evento cerraba a las 4:00 de la madrugada, porque hasta esa hora se presentaba el último concursante, yo lo atribuyo a la mala organización, pero para nosotros que estábamos fiesteando, no era suficiente, queríamos que llegara el alba al son de las trompetas, los clarinetes, trombones y bombardinos. Mientras bailábamos y marcábamos movimientos de cintura y hombros con el golpe del bombo y el redoblante. Nunca me sonaron tan dulces los porros palitiaos y los fandangos como en este festival. Llegué al lunes completamente disfónico, puesto que había agotado mi garganta de tanto guapirrear.
Otra de las grandes emociones fue poder disfrutar nuevamente de un tradicional fandango, escuchar la música del Sinú sonar mientras las mujeres con las velas en la mano derecha bailan con su parejo alrededor de la banda, incansablemente hasta que se acabe la tanda y suba la otra banda.