jueves, mayo 18, 2017

Que complicado y duro ha sido asimilar el libre albedrío.

Domingo, media noche, 15 de marzo de 2009.

Esta noche comprendí la insuficiencia de nuestra mente ante la existencia misma, cuando las respuestas están agolpadas en el fuero interno que la limitada claridad no nos deja ver.

Qué difícil es para el ser humano, ansioso de poder, darse cuenta que eso que siempre ha anhelado es lo que es. Siempre buscando ser Dios y cuando intuye que lo es se retrae y se niega ante la posibilidad.
Es como los que creen en los ángeles y los milagros, pero cuando se topa ante la posibilidad de uno, cuando su piel es acariciada por lo divino o lo “sobre natural”, se niega ante ello, como algo irracional y absurdo.

Somos átomos, átomos cósmicos con pensamiento propio que evolucionan por su perfeccionamiento, aunque a veces nuestro consciente no lo sepa. Aunque no nos haya importado nunca y pretendamos que no nos importa aún y no pensemos en eso, es una realidad que continúa por su propio camino, que continúa gritándote a veces, aunque su voz no pase el abismo que has abierto entre ambos. Somos la unión de muchas plantillas, cada una con una esencia específica, que nos fortalece o nos afecta según se desarrolle, pero el ser humano sólo ve una, la que se percibe a través de los sentidos que ella misma te provee.

Por qué perderse ante lo que entra sólo a través de Ella, en la vanidad, la lujuria, la codicia, la ira, espejismos provocados por Ella misma para cegarnos y nublar las posibilidades que se nos han ofrecido en nuestro verdadero crecimiento - La niebla que oculta el verdadero camino- : la alquimia verdadera de la transformación del cobre en oro, del no valor en valor, de lo negativo en lo positivo, de transformar la ira en paciencia, los defectos en virtudes.

Cuanto nos cuesta a los seres humanos desarrollar la humildad para reconocernos a nosotros mismos, nuestros errores sin dejar que el engaño de la justificación lo acomode todo, lo haga soportable para nuestras plantillas internas que luchan por su espacio en la conciencia. Qué difícil es la incapacidad de la transformación, la insuficiencia para convertir el defecto en virtud, el egoísmo en amor, puro e ilimitado, hacia el mundo mismo.

Qué difícil se le hace al ser humano material y artificial amar lo que no conoce y no ve, aceptar lo que no le rodea y le sea extraño e innatural. Cuantos problemas nos ocasiona no poseer la tolerancia, una de las más grandes virtudes que alimentan la capacidad del verdadero amor. Hemos preferido convertirnos en nubosidades frente al espejo, no aceptarnos ni dejar que otros se acepten. No permitirnos crecer desde el interior de las plantillas, pero sí permitimos envidiar y acabar con aquellos que lo hagan. Cuán grande es nuestra esterilidad ante lo bello y bueno, que sólo lo podemos ver a través de lo negativo.
Nos acostumbramos al miedo, al vacío, a la incertidumbre. Adoptamos la envidia, la guerra, la vergüenza. Convertimos en sueños, sólo sueños, las posibilidades del bien. La paz y el amor en esperanzas, y esta última decimos que es lo último que se pierde, y nos acostumbramos a tenerla siempre adelante y no caminamos hacia ella. Nos basta decir que podemos llegar a ser algo y nunca hacemos nada por lograrlo. Permitimos que ganara el conformismo.

Sólo vemos el progreso ante la posición social, el dinero, el trabajo en el sistema, el cemento, lujos y comodidades, pura vanidad que arrastra la codicia, la envidia, la ira ante la impotencia. Únicamente cosechamos inconformismos, frustraciones, decepciones y dolores en diversas gamas, que nos llevan a parir todos los días nuestra propia vida. Escogemos comúnmente el camino más difícil para existir.
Ignoramos que hay otras formas de progreso más saludables y maravillosas. Olvidamos que el progreso puede significar una felicidad libre de dolores y penas. Nos cuesta creer o aceptar que la felicidad está en la libertad de ser, de permitir que sean. Somos más felices cuando nos permitimos ser nosotros mismos, sin ataduras ni compromisos, sin mortificaciones ni castigos. Nos creemos jueces cuando no tenemos la capacidad ni de juzgarnos a nosotros mismos. Se nos olvido que tenemos una realización personal que está más allá del dinero y la posición social, y es la que le da tranquilidad a nuestra alma, la que le ayuda a crecer y a mejorarse.

Estoy convencido que uno progresa cuando es mejor persona, cuando ama sin juzgar, sin buscar etiquetas; cuando realiza su sueño personal y trabaja en algo por lo que no cobraría, si no se necesitara la moneda para poder sobrevivir. Sólo a través de la tolerancia se llega hasta acá. Cuando somos capaces de aceptar que no somos únicos sino variados, y que cada quien tiene un proceso distinto en la vida por el cual responder; sólo cuando se acepta completamente el concepto de que la moral es particular y no colectiva como lo puede llegar a ser la ética, sólo así se llega la tranquilidad, a la felicidad, al amor en su más pura esencia, al progreso del alma.

Dicen los que saben que sólo dos animales sobre el Planeta Tierra poseen la capacidad de manejar varios puntos de vista, los delfines y los humanos. Tal parece que el poseerla no es garantía de su uso porque es escasa esa destreza en el humano común, que sólo puede ver a través de sus ojos, incapaz de entender a las otras personas o al mundo sin pre conceptos sugeridos por su propia visión, ignorando los procesos que conciben a la otra persona y su propio punto de vista.

Que complicado y duro ha sido asimilar el libre albedrío.