Creo que el Destino no existe como un sistema rígido, no como un tapete completamente hilvanado que ya cuenta en sus formas las historias.
No creo en la predestinación absoluta, creo que hay metas pero no es claro el desarrollo del camino para alcanzar cada resultado.
Me imagino que al igual que cuando uno entra al colegio es claro que el fin es la graduación, es claro que hay unas reglas y un proceso establecido para llegar a ese objetivo, pero no hay ninguna seguridad de cómo te va a ir en ese recorrido, pues el resultado del mismo depende única y exclusivamente de tus decisiones.
En las decisiones está nuestra absoluta libertad, de ellas depende que tipo de caminos elegimos para llegar a la meta, si el que serpentea hacia arriba hacia las montañas o el que baja por el valle y que tiene una encrucijada hacia los pantanos.
No sabemos con exactitud lo que nos depara cada curva, pero sí la certeza de lo que podríamos encontrar dependiendo del camino que elijamos. De la misma manera nos guiamos en la vida, impulsado por nuestras emociones, por nuestros instintos, por nuestra razón, por nuestro pensamiento.
Por otro lado, estoy convencido de que el Universo no comporta moral, esta es una convención humana que nos afecta hasta la médula. Al no comportar moral todas las decisiones, que nos generen sufrimiento o felicidad son completamente necesarias para nuestro proceso de formación, como lo era en mi caso los exámenes de matemáticas y geografía, aunque detestara a una y amara a la otra, ambas eran completamente necesarias en mi preparación.
Cada cosa es oportuna y cada decisión es oportuna para ir moldeando el siguiente paso, nosotros damos las puntadas a nuestro propio telar, vamos construyendo nuestra historia y armando la gran historia con la puntada de cada persona que ayudan a que se generen los eventos circunstanciales que nos rodean.
Finalmente todo es apropiado para el fluir del Universo.