Unos de los más grandes recuerdos de mi infancia, es que con mi Kumpania siempre viajaba un pequeño grupo que sólo veía durante las noches; mis papás me decían que eran cazadores y que eran quienes procuraban la comida para nosotros durante el día, y que su mismo estilo de vida los hacia un poco ermitaños y por tal motivo no se integraban durante las noches de fogatas con nosotros.
Siempre se hacían a un lado, en los oscuro, entre las sombras, esa explicación de mi padre fue suficiente para un niño de 10 años, igual los Romani siempre éramos extraños ante los ojos de los Gaje, esta actitud no iba a ser la excepción.
Fui creciendo y pocas veces los veía, según se comentaba se marchaban en largas caminatas por los poblados vecinos. Le dije a mis papás que quería dedicarme a la caza, que no me gustaba el trabajo que le tocaban a quienes iban a la ciudad, los actos de los Gajes hacia nosotros habían hecho que les tomara rencor, la forma en como nos maltrataban y nos repudiaban delante de las demás personas del pueblo era ya más de lo que yo podía soportar, por tal motivo quería estar por fuera de las zonas habitadas.
Mi padre sabía que esa decisión mía tenía un trasfondo, y no se equivocaba, y era que me había llamado mucho la atención aquella vida rara que llevaban los cazadores de nuestra Kumpania, y desde aquella vez en que era niño y me fue contada esa historia no tuve otro anhelo.
Yo había nacido en la península de Gibraltar hacia el año 1060, y la mayor parte de mi vida me la pasé viajando a lo largo del Mediterráneo, desde lo que hoy se conoce como España hasta la zona de los Balcanes. Pero debido a las constantes persecuciones de una organización llamada Vaticano, que profesaba una religión basada en la creencia de un dios martirizado y desangrado nos tocó huir hacia el norte de Europa, hacía donde quedaban las Galías, en Francia.
Realmente mi familia tenía más de un siglo de estar huyéndole a la guerra, después del éxodo de oriente, no quisieron viajar hacia el Indo, ni establecerse allá como hicieron muchos de nuestros hermanos.
Huyendo de los diferentes ataques presentados en el mundo antiguo. Durante la travesía escucharon de los ataques en Europa del Este y decidieron ir hacia África y fue buscando tranquilidad como llegaron a Gibraltar, lejos de todos los demás Romani y de cualquier otro Gaje o raza que quisiera exterminarnos. Allí fue donde nací y cuando ya tenía un año de edad nos decidimos a cruzar a Europa, siendo así de las primeras familias gitanas en pisar el occidente de ese continente.
Así empezaron nuestras travesías por el Mediterráneo hasta los Balcanes en donde encontramos una guerra que no entendía en esa época y ahora es completamente clara para mi, así fue como nos dirigimos hacia el norte de Europa.
En esa época yo ya tenía 15 años, y pese a mi corta edad la labor de la caza me había hecho una persona autosuficiente y aportaba lo suficiente para que la Kumpania pudiera sobrevivir.
En aquella época, corría el año 1075 y estábamos en pleno invierno en el norte de Francia, y lo que era poca la comida que se podía conseguir en los bosques. Fue entonces cuando los extraños cazadores que me pertenecían a mi clan volvieron, no los veíamos desde que estuvimos en Nápoles, cuatros meses antes de partir hacia el norte.
Los ancianos se acercaron a ellos y cruzaron algunas palabras, noté algunos rostros inconformes con el hecho pero de igual forma se quedaron.
Noté que de los 12 integrantes de ese grupo sólo habían 5, y que realmente no habían cambiado mucho desde la última vez que los vi. Me atrevería a decir que no habían cambiado nada desde que me percaté de su existencia cuando eran un niño.
Ellos salían de caza durante la noche, y volvían con la presa y nosotros preparábamos los bailes y cantos alrededor de la hoguera.
Una noche desobedeciendo a mi papá, me interné en los oscuros bosques del norte con los cazadores nocturnos, tuve la oportunidad de verlos pro primera vez más de cerca y notarla blancura en su piel y la fiereza de su mirada. Me enseñaron a moverme con sigilo y ser más hábil en sitios donde el terreno así lo exigía. Me contaron muchas historias sobre otras poblaciones y el inicio de nuestra raza Romani y las múltiples leyendas que rodeaban nuestra historia.
Esa noche sintieron un llamado en el viento, y misteriosamente me dijeron que tenían que marchar, dejándome un ciervo muerto para que lo llevar a mi Kumpania y corriendo rápidamente hacia el este, por no decir volando.
No los volví a ver por largo tiempo. Cuarenta y dos días pasaron desde su partida cuando llegó el invierno a la zona y tuvimos que marchar nuevamente hacia el sur, volvimos a la España del mediterráneo, en donde pasé los últimos años de mi vida.
Nunca me preocupé por conseguir el amor, era como la medición del tiempo, siempre tuve el presentimiento que eso no iba a ser esencial para mi, no importaba cuantas horas había pasado ni si ya era adulto o no, por eso no me preocupé por conseguir una linda gitana que me acompañara el resto de mi vida, sólo me procuraba una buena diversión, pero no entre las mujeres de mi raza, no podía deshonrarlas a ella. Esas oportunidades las tenía con las hijas de los campesinos cada vez que salía de caza.
La noche en que cumplí 20 años regresaron los cazadores perdidos de nuestra familia gitana, no puedo negar que en el fondo me emocioné, pero en el fondo me dio un poco de temor porque solamente tres de ellos volvieron, y no habían envejecido ni un solo día desde que me percaté de su existencia hace 10 años.
Esa noche en medio de los tragos de la celebración tuve tiempo de hablar con quienes compartí una noche de cacería, me contaron de las guerras en el este contra una familia llamada Tzimisce, y en el medio oriente contra otros clanes llamado Assamitas y Setitas, no entendí en ese entonces mucho de eso, eran nombres nuevos para mi y una guerra que estaba lejos de lo que en ese entonces era mi realidad y la de mi Kumpania.
Quise saber acerca de su naturaleza, del por qué lo extraño de su apariencia, pero me evadieron y dijeron que esa respuesta estaba fuera de lo ordenado por mi tío, el Baro de nuestra familia, quien mantenía muchas cosas en secreto de los más jóvenes.
De todas formas no quedé contento con la respuesta. Pero me hubiera preocupado por otra cosa, que realmente si era importante, pero ese descuido lo pagué bien caro, aunque después me supo dulce.
Todos bebimos hasta el amanecer, y nos comimos casi todas nuestras reservas, recuerdo que fue una celebración bien grande y cuando salió el sol nos quedamos dormido…. Desperté en medio de gritos y llantos; un ejército bajó desde el norte sobre caballos y armados de lanzas y espadas y atacó a mi familia gitana mientras dormía.
La sangre bañó la arena de la playa y corrió hasta el mar. No fe mucho lo que logré hacer, me aferré a una lanza y tumbé a su portador, a quien asesiné lleno de cólera clavándole el arma en la garganta atravesándola completamente.
Logré matar a unos pocos, hasta que un fuerte golpe me dio en la cabeza y una espada me atravesó la pierna derecha y perdí el conocimiento. Entonces todo fue oscuridad y mi conciencia se elevó muchos mundos fuera de mí, el poder de la magia gitana no me dejó partir de la tierra, mi tierra aunque los Gajes la creyeran suya.
Al anochecer sentí el frío de la brisa marina, y me di cuenta que estaba muy débil, aún seguían sangrando y me di cuenta que moriría rápidamente si no me auxiliaban, mi cuerpo estaba agotado. Fue en ese momento cuando llegaron los tres cazadores de mi tribu, corriendo en la oscuridad como si hubieran visto lo sucedido en donde fuera que durmieran.
Los tres Romani se acercaron a mi al ver que me movía, y uno de ellos, el más bajo, sacó rápidamente la espada de mi pierna y la sangré empezó a manar rápidamente. El dolor me empezó a carcomer el cuerpo y perdí la conciencia.
Cuando desperté estaba al lado de una hoguera y extrañamente podía mover mi pierna, y no había herida alguna en ella. Rápidamente llevé la mano a mi cabeza y la herida que me habían causado también estaba cerrada. Me incorporé de forma inmediata y me percaté que mi ropa estaba desgarrada y sucia de sangre, y que mi cabello negro ondulado estaba pegado a una costra de sangre seca.
No entendí lo que pasaba y me encontraba sólo (o por lo menos eso creí), no tenía a quien preguntarle que me había pasado. Intuí de donde vino la ayuda, tenía vagos recuerdos de los tres miembros de la Kumpania que me recogieron y además encontré un conejo asado cerca de la fogata, con una buena botella de vino, lo cual me apresuré a devorar rápidamente, el hambre que sentía me atormentaba por dentro.
Después de comer empecé a recordar todo y lloré amargamente por la muerte de mi sangre, de la única familia que conocía, al levantarme descubrí que mis muertos habían sido enterrados y que alrededor de sus tumbas estaban empalados los cuerpos de quienes alcancé a matar, como prueba de lo sucedido.
Recogí los elementos necesarios que se encontraban en el campamento y lo monté en uno de los Vurdon y me aprovisioné para lanzarme a vivir sólo lejos de cualquier persona de mi raza y me marché lejos del sitio. No quería correr el riesgo de que regresaran al lugar y me encontraran, pero antes de irme quemé todos los objetos y posesiones que dejé en el sitio.
Llegué hasta Gibraltar con la firme decisión de cruzar hacia África e irme lejos de Europa, pero antes de embarcarme en cualquier barco, fui alcanzado por los tres cazadores de mi tribu, quienes me contaron que ya habían detectado en lugar en donde moraban quienes destruyeron a mi familia.
La sed de venganza empezó a apoderarse de mi cabeza y mi alma, pero no de mi razón, sabía que nosotros cuatro no podríamos acabar con todos ellos; en ese instante ignoraba la fuerza que me tenía deparada el destino.
En ese instante me percaté que no sabía los nombres de esas personas que durante tantos años nos colaboraron con la comida. Ellos se acercaron a mi, como adivinando mis pensamientos; ellos me pidieron que me sentara a su lado que había mucho de que hablar.
No puedo negar que me atemoricé en ese momento, en el fondo sabía que ellos no eran normales, lo poco que había visto me había servido como prueba, pero ahora me sentía indefenso y sentía el mundo demasiado grande sobre mi cabeza, pero al final les obedecí.
El más alto me dijo llamarse Durga, y enfatizó que como mi tío el jefe de la Kumpania estaba muerto, y ano había secreto vedado para mí. Los otros dos eran Ankla y Sargas, el más pequeño.
Me habló del Tumnimos, el abrazo vampírico, y de que ellos eran unos no muertos, me contaron la historia de Kaen y de Ravnos, y del poder que ellos me ofrecían. Me enfatizaron en que yo era el último de esta familia de Romani y que por eso era importante que me uniera a ellos, y así poder ejecutar la venganza contra los que acabaron con mi Kumpani.
Fue así como me convertí en un no muerto, los tres bebieron de mi sangre y después en un rito gitano abrieron mis muñecas y la unieron a las muñecas sangrantes de ellos, luego empezaron a darme de beber de la sangre que manaba de sus cuerpos y sentí un ardor que quemaba mis entrañas, mi cuerpo empezó a retorcerse y sentí que mi corazón dejaba de latir hasta que dejé de respirar, pero mi conciencia se mantenía despierta. Mi cuerpo empezó a expulsar todos los fluidos que poseía como ser viviente hasta quedar completamente vació y luego una desgarradora sed se apoderó de mi.; nunca había sentido un deseo tan fuerte por beber.
Corrí hacia un estanque que se encontraba cerca y no pude beber el agua que en él había, me repugnaba, y no calmaba la sensación que sentía y que me arrastraba a la locura. Me sumergí y limpié mi cuerpo y mis nuevos compañeros se acercaron a mi y me enseñaron la forma de sobrevivir con mi nueva condición y todas las reglas que como no muerto o vampiro, debía seguir; y me llamé a mis mismo Arandur, y desde entonces ese ha sido mi único nombre en mi nueva existencia, aunque en muchas regiones me he llamado de múltiples formas.
Esa noche me alimenté muy bien y me enseñaron a utilizar mis nuevos poderes. Me fortalecí lo suficiente y cuando ya dominé mis habilidades, atacamos el campamento de quienes desgraciaron mi vida, uno a uno los matamos alimentándonos de su sangre hasta dejarlos vacíos.
Con mi nueva familia viajé hacia la India, buscando conocer más de mi Clan, y alimentándome de la sabiduría de los más antiguos, quienes al saber mi línea sanguínea me escogieron como el hermano pródigo perdido. Viajé por gran parte de Asia, únicamente al lejano oriente no llegué.
Participé en la guerra contra los Assamitas, buscando saldar cuentas viejas entre nuestras razas y de esta forma llegué al este de Europa, en donde con mis nuevos dones logré robar muchas reliquias a los Tzimisce. Muchas De mis acciones estuvieron llenas de venganzas.
Pasaron muchos años y con las persecuciones durante la Segunda Guerra Mundial huí hacia el nuevo continente, al cual entré por el sur, por Argentina, desde donde empecé a subir poco a poco hasta llegar al norte, pero de todos los territorios que recorrí me quedé en Colombia, muy cerca al mar, pero no en las costas, convertido en un especie de caza recompensa, o por lo menos eso es lo que creen.
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