viernes, septiembre 24, 2010

El Camino hacia la Tierra Media

Ya cansado de la Mitología Griega empecé a interesarme por la Celta, en esa época (sexto semestre de Comunicación) anduve con un grupo de amigos que me acercaron a la literatura de Fantasía, el primer libro que leí y que marcó profundamente fue La Canción de Albión, recuerdo que copie todo el vocabulario céltico que había en las últimas páginas de cada libro de esta trilogía y mi mente voló a Escocia y desde ahí exploré Irlanda, Gales y toda la antigua isla de Alba, la tierra de Arturo.

Un día una ex novia me dijo que nos leyéramos El Señor de los Anillos, un gran amigo en común lo tenía y él nos lo podía prestar, pero nunca se concretó esa propuesta.

Meses más tarde, nuevamente soltero el amigo en común, El Señor Oscuro, me prestó el primer libro, La Comunidad del Anillo, una edición de Minotauro; los recuerdos que tengo de la tapa es un bosque oscuro, lo relaciono con el Bosque Viejo, puedo estar equivocado.

Mi amigo me dijo que los otros dos me los pasaría después, que empezara con la Comunidad. Gracias a Eru cuando acabé la comunidad ya los otros dos libros habían llegado a mis manos, creo que no hubiera soportado detenerme, la historia me pareció fascinante. Recuerdo muchas veces viendo el reloj a la 1 de la madrugada con clase de 7, diciéndome que pararía en el próximo punto y aparte, luego al final del capítulo y el final de la Tercera Edad de la Tierra Media me arrastró consigo.

En ese momento pensé que al igual que La Canción de Albión, era una gran historia que acababa en el tercer libro. Ya en esa época cursaba el octavo semestre y luego me tocó retornar a las tierras bajas que ahora llamo Úvendor, la Tierra de la Abundancia. Cuando retorné casi un año después a las altas tierras de Tol Hisierenna, allí encontré al Señor Oscuro esperando con una edición de El Hobbit en la mano.

Cuando leí El Hobbit creo que me empecé a rayar, Tolkien me rayó, la historia es un tema que me ha apasionado desde que tengo recuerdos, y El Hobbit le estaba dando piernas a El Señor de Los Anillos. Me permitió subir en el mapa desde Rivendel y llegar hasta la Montaña Solitaria.

Pero aún mi mundo no había temblado, al terminar El Hobbit casi de inmediato El Silmarillion llegó a mis manos y le conocí las raíces profundas a ese árbol y entonces quise saber cómo sonaba el Quenya y que tan fría fue la región arriba de Dor-Lómin, en la ya hundida Beleriand.

Desde entonces el conocer cada recodo de Arda se convirtió en una pasión, y pasaron ante mis ojos, algunos en papel otro digitales, Los Cuentos Perdidos I y II, Los Apéndices de El Señor de Los Anillos, la mitad de los Cuentos Inconclusos, los Hijos de Húrin y varios capítulos de El Anillo de Morgoth.

Me convertí en seguidor de Tolkien, no sólo por la Tierra Media, sino porque me interesó mucho su vida académica y gracias a él comencé a interesarme más profundamente por el lenguaje y su formación, gracias a esa otra faceta llegué a Beowulf y Sir Gawain y el Caballero Verde; actualmente me tiene leyendo minuciosamente la Leyenda de Sigurd y Gudrún.

Hoy día tengo dos tatuajes Tolkien marcándome la piel, y una pasión que al parecer nunca decrece y que cada vez que me descuido me arrastra por los caminos que conducen a las lejanas colinas.

BONUS: Me es grato compartir con ustedes la sexta Palantir de Úvendor, puede descargarlo AQUÍ

miércoles, septiembre 15, 2010

Podría hablarte del amor....


Los vicios intelectuales nos han hecho creer que para hablar de algo que sea certero, esto debe estar basado y sustentado en cosas que ya han sido comprobadas o en reflexiones ya dichas por alguien que se nos adelantó en la historia, por lo tanto hablar del Amor nos lleva a una serie de inconvenientes cuando éste ha sido uno de los temas más cantado a lo largo de nuestra historia.
Hoy siento que las cartas no han dicho nada, sólo han hablado de sufrimientos, angustias y penurias, ilusiones y desesperanzas, que luego dejaron de serlo. El amor fue la imposibilidad de tener la amada y la belleza de la flor o la luna. Fue el dolor que desgarró la tela de la locura y nos paseó por el infierno; el vacío que nos engullía al perder al alguien con quién no fuimos capaces de conectar el alma.
Espejismo, hemos llenado el amor de falsas formas, de necesidad, de dependencia, sacrificio y entonces cedimos espacio o nos aislamos. En el nombre de ese falso amor abandonamos los sueños y arrastramos nuestro ego, vendemos el individuo que somos.
Encerramos el Amor dentro de una pirámide hecha con falsas estructuras.
La humanidad sigue sin concebirse más allá de la materia. Intuyo que el Amor está más allá de ella. Nos es fácil pretender amar lo que olemos, lo que no acariciamos. Confundimos deseo con amor, atracción con amor, llegamos a pensar que las feromonas no despiertan ese sentimiento. Ilusiones.
¿Podría sentir ese mismo sentimiento por alguien que tenga ausencia de dientes o de ojo; podría amar a aquellos que nos satisfagan mis patrones de belleza o necesidad, que viole todo lo que espero de la gente, que mis sentidos biológicos no vean?
Entonces simplemente cierro los ojos, dejo que mi mente ubique el objeto, conocido o no, disfrutado o no, compatible o no; lo ubico en mi plexo solar permitiéndome sentir plenitud, equilibrio, calor, alegría, deseos positivos, belleza, libertad, ganas de fundirme con el todo, eso siento y creo que es Amor.