Por ejemplo vemos como en la pesca indiscriminada muchos alevitos que aún no están en la etapa de maduración también son eliminados por ‘estar en el medio’, no permitiendo así una futura reproducción que nos garantice la continuidad de la especie. El problema se agrava cuando este tipo de practicas son justificadas por las costumbres y la cultura, como es el caso de los huevos de iguana, tema mencionado en un anterior post, las cuales durante la época del año que están en proceso de incubación son blanco de campesinos que las agarran por cantidades para sacarles los huevos (muchísimos más de 500 por día) para el consumo y para la venta, practicándoles ellos mismos la operación en la que hasta le sacan la matriz a estos reptiles; algunas no vuelven a fecundar otras se mueren después de la ‘cirugía’, pero al parecer la práctica la avala una antigua costumbre que me imagino se remonta a los indígenas.
De igual forma sucede durante la Semana Santa. En nuestra región, específicamente en el Sinú, durante esta fecha del año se prepara abundante comida entre las cuales se destacan el arroz de fríjol, el bagre, el pescado, las infinidades del dulces costeños, chicha de maíz (que aún hay y fermentada) y la tradicional Icotea (una especie de tortuga pequeña de las ciénagas) la cual al preparan en guisos o deshilachada con revoltillo de huevo.
En la búsqueda de las Icoteas para la Semana Santa muchas veces mueren también animales pequeños que aún no han sacados u primera cría, pero entre el problema de la posible extinción y la caza indiscriminada, se encuentra la barbarie de la forma en que se mata este animal para ser preparado.
Como todos saben se encuentra en un caparazón, y debe ser librada de este antes de morir para que la carne no se adhiera al mismo, por lo que se han ideado dos formas no muy diferentes y no menos crueles:
Aún vivas con un machete le quiebran el caparazón a los costados para intentar abrirlos y luego la echan viva en agua caliente para que la carne se despegue del caparazón, en este momento muere el animal.
Las tiran en el agua vivas, y este reptil anfibio de sangre fría muere de agonía en medio del agua hirviendo pataleando y pataleando. Luego se saca y se le abre el cascarón para despresarla.
He aquí una bárbara costumbre justificada por las costumbres y la herencia cultural, y todo esto a raíz del post ilustrado de mi amigo El Principito, en donde muestra gráficamente este proceso.