viernes, enero 25, 2008

DE PASEO POR LA TIERRA DE NADIE ( II Parte )

Sentado en mi casa continuo el relato que inicié en la mañana del domingo, el segundo día de viaje. Desde la tranquilidad del cuarto ya puedo decir calmadamente que el miedo a veces es mejor esconderlo y no transmitirlo, sería uno de los causantes del caos.
De los cuatro hay dos que no son amigos del miedo, creo que podrían entrar en pánico, por lo menos tengo le seguridad que uno de ellos si, ya lo ha demostrado. La primera noche mientras estábamos en la fogata se comenzaron a escuchar ruidos alrededor del campamento.
A lo largo de la playa, a la derecha e izquierda del árbol que nos sirvió de guarida, se extiende un tupido monte compuesto por entretejidas plantas altas de hojas verdes y con tallos recubiertos de espinas, difíciles de atravesar para un humano o una vaca; esta secuencia sólo es interrumpida por la salida de varios arroyos que bajan de la montaña ubicada detrás de la playa, arroyos que por el bienestar de nosotros no se llenaron, porque de haber sido así hubiera arrastrado con todo el campamento.
Es impresionante la fuerza que estos toman cuando llueve fuertemente, bajan por los cerros arrastrando todo lo que encuentra a su paso, sin importar el peso de lo que se encuentre en el camino. Este fue el temor que se me despertó en la madrugada cuando sentí que caía un sereno.
Pero ya había habido otro temor antes, mientras estábamos alrededor de la fogata, recostados en dos troncos que habíamos colocado alrededor de ella, se escuchó un ruido detrás de los matorrales que separaban la playa de la montaña, era sigiloso y espaciado, nos levantamos los cuatro a observar y con las escasas linternas que había, alumbramos el sitio de donde provenía el ruido, pero no divisábamos nada.
Con la esperanza que fuera algún pequeño animal, dado el poco ruido que emitía al pasar por las marañas de matorrales nos acostamos un poco más tranquilos sobre la arena viendo la fogata. Después vimos como un perro atravesaba la parte baja del árbol en el cual acampábamos, me imagino que husmeando la comida que habíamos llevado y que no encontró, porque debía aprender a trepar árboles para poder hacerlo.
Ese segundo día mientras yo escribía la primera parte de este relato, mi compañero de carpa se levantó y se dirigió al mar a intentar pescar por segunda vez sin ningún éxito, mucho rato después se abrió la puerta de la segunda carpa y salió el tercero de nosotros, y al poco tiempo después el último, el más bajo del grupo a quien llamábamos en confianza el ‘Perro Sinconciencia’, se fue directo al mar y se lavó la cara, regresó al campamento, sacó una vara y se fue a deambular por la playa, hasta donde no se pudo ver caminando su camiseta azul cielo.
Los tres que quedamos, el ‘Perro Sinverguenza’, el ‘Perro Vagabundo’ y yo decidimos por primera vez meternos en el mar e inspeccionar su estado, no queríamos piedras debajo ni algas que pudieran traer medusas o aguas malas. Al contrario de esto encontramos una playa pareja con olas que superaban los 3 metros de alto, y que nos permitió nadar hasta el cansancio.
El día pasó completamente tranquilo, con baños en el mar, las respectivas cocinadas y un poco de lectura Guevarista en mi caso. Antes de medio día ‘Sinverguenza y ‘Vagabundo’ fueron al pueblo, Aranlavino, a comprar más agua que ya se nos había agotado, además de pan, plátanos y una ollita para poder preparar café, el único caldero que llevábamos estaba sucio de grasa y yo me resistía a usarlo, contrario a como lo hizo el ‘Che’ en Bolivia en los últimos días antes de morirse, se tomó un café amargo y grasoso en sus excursiones en el monte, por la falta de una segunda olla.
Y en la tarde ‘Vagabundo’ y yo caminamos por las pajas de la extensa finca ubicada detrás de nosotros, buscando pájaros para comer. Esto demostró qué poco teníamos de cazadores, ya los anzuelos se habían perdido en el mar llevándose consigo las ganas de comer pescado asado, de la misma forma gastamos nuestras provisiones de piedras para la cauchera, arrastrando consigo la ilusión de comer ave asada, por lo que nos conformamos con asar plátanos maduros con queso en la fogata durante la última noche de entrega a la naturaleza, en un cielo más despejado y lleno de estrellas, en una playa iluminada por una luna creciente que estuvo más resplandeciente que la noche anterior.
Fue una noche más callada, para mi interior pensaba que habíamos contado con suerte y aún nada que pudiera violentarnos había aparecido, pensaba en los grupos al margen de la ley y que posiblemente, si patrullaban la zona ya deberían saber que estábamos ahí.
También rondaba en mi cabeza el problema de la libertad de pensamiento e ideología, que aunque era protegido por la Constitución, el pueblo no lo tiene en cuenta, y mientras el chismorreo popular te critica, destroza y daña tu honra (esto me parece causa de la ignorancia, y no es sólo ignorante quien no hace una carrera universitaria) hay quienes a fuerza de armas te juzgan, y en un país en donde la extrema derecha decide quien es guerrillo o izquierdista basándose en sus escasos conocimientos de las cosas, tener un libro sobre la vida y obra del Che Guevara en una tierra en donde hay grupos de bandoleros que una vez pertenecieron a las Autodefensas, no era nada tranquilizante, pero repito preferí creer en la Colombia que sueño, y en la posibilidad más delante de vivir en un mundo sin cercas.
Fue una noche más tranquila, calmada, con pequeños arranques de euforia para disipar el sueño y la pereza. Nadamos un rato en la noche bajo el resplandor de la luna y cuando todo lo que había que beber y comer se acabó nos fuimos a descansar o a intentar eso antes de levantarnos supuestamente a las 5:00 de la madrugada. Deje casi todo empacado y saqué los tenis que había llevado de repuesto, los otros sacaron la mano.
Esa noche sentí nuevamente la textura irregular de la tierra debajo de las dos hamacas y el suelo de la carpa, dejándome la parte alta de la espalda adolorida al día siguiente, cuando casi a las 5:30 de la mañana nos levantamos a terminar de recoger todo y luego iniciamos la marcha silenciosa hacia Aranlavino, en donde solamente puedes tomar dos buses antes de 7:00 de la mañana y ninguno de los dos alcanzamos, por lo que en cuatro motos hicimos el viaje de vuelta hacia Nurtamnalondë, recogiendo los pasos y grabando por última vez los paisajes recorridos a pie.
Lunes 4:00 p.m. 3 día de viaje.



martes, enero 15, 2008

DE PASEO POR LA TIERRA DE NADIE (I Parte)


Fui el primero que despertó, parece que siempre es así, aunque no recuerdo con precisión los casos anteriores, pero tengo la costumbre de levantarme temprano, antes que los demás, en los paseos.
El cuerpo no me amaneció adolorido. Ayer fueron cuatro horas de camino, desde Nurtamnalondë hasta Aranlavino y un poco más de camino, el esencial para encontrar el lugar en donde queríamos acampar. Ya descansado puedo decir que la caminata no fue agotadora, la única excepción la hace el maltrato de los músculos que soportaron el peso de los morrales.
Anduvimos por una carretera abierta y de constante tránsito de habitantes de los dos pueblos y camiones transportadores de vacas o de plátanos. El mar siempre estuvo a nuestra izquierda y el sol en su cenit, cálido y brillante como lo puede ser al medio día en el trópico.
El camino serpenteaba por la ladera de los cerros que se encontraban en muchos sectores violentamente con le mar, y rodeado en su mayor parte por grandes plataneras.
No somos expertos en esto de viajar y vivir a la intemperie. Me parece que descansamos regularmente y el disfrute de un paisaje se convertía en la excusa perfecta para detenerse y que a veces era la simple gana de disfrutar de una pipa.
Entre las paradas más significativas que tuvimos pudimos ver los acantilados, pequeños por supuesto, desde las pocas fincas que quedan donde aún hay pasto y árboles nativos que ya han envejecido; donde lo autentico del paisaje me llevó a hacer una aproximación de lo que puedo haber sido este, mi ahora paraíso, en un tiempo realmente pasado.
Estoy en una tierra que hace casi 200 años se convirtió en asentamiento de africanos despatriados que buscaban sitios donde dormir tranquilamente, lejos del yugo de quienes le causaron el mayor daño que se le puede causar a un ser humano. Hoy casi nada les pertenece, sólo su cultura y los bailes de bullerengue. Los ‘blancos’, aquellos equivocados que siempre se han creído dueños del mundo han comprado casi todo en la región.
Aranlavino es más grande de lo que pensé, en el pie de sus habitantes se nota mucho ese pasado nefasto lleno de pocas oportunidades que los persigue. Calles de arena y tierra quebrada, en una zona de arroyos y caños. Casitas rudimentarias con patios llenos de gallinas, cerdos y perros, con cercas y algunos sin ella. Es un pueblo de gente amable pero desconfiada, llena de temores por las constantes veces que la muerte ronda por el lugar, con razón o sin razón.
Acá estoy, hospedado debajo de dos árboles que crecieron muy juntos en donde el arroyo se entrega al mar y que para conveniencia de nosotros está seco gracias a que no ha llovido.
Me imagino que la fuerza de la corriente ha obligado a los árboles a crecer acostados, elevando poco sus gruesas y rojizas ramas al aire, inclinados hacia una playa llena de troncos traídos por el mar. Aquí estoy escribiendo, sentado en uno de los dos árboles, en el de la derecha, detrás del cual se instaló el rudimentario fogón de leña en el que cocinamos.
En la base del tronco del ubicado en la izquierda, ubicamos en bolsas los alimentos y enseres. Este árbol se abre en dos ramas bajas que cubre el trecho en donde armamos nuestras carpas, una frente a la otra para no perder el contacto verbal entre nosotros.
La adecuación del campamento lo hicimos en la tarde de nuestra llegada. Luego me dediqué a dormir un rato y posteriormente exploré encima del cerro que se encuentra ubicado detrás de nosotros, del cual bajan varios arroyos a lo largo de este extenso tramo de playa.
La noche fue una de las mejores de mi vida, estaba junto a mis tres hermanos de tierra, sumergidos en nuestra primera noche a la intemperie en un mundo sin rastro de una verdadera civilización, un mundo instintivo, solamente pulido por los acontecimientos diarios que no son los más placenteros para él.
Nos atrevimos a hacer el viaje por el simple placer de que así lo soñamos, pasando por encima de las advertencias de un desconocido, quien nos descubrió truculentas venganzas y enfrentamientos entre grupos al margen de la ley, quienes se creen con derecho a disponer de los otros. Pese a esto decidimos ir a la Policía local a cerciorarnos, por supuesto ellos dijeron que no, que su jurisdicción es muy tranquila y que las cédulas para verificar nuestros datos y así vinimos, confiando en la Colombia que sueño, de pronto soy crédulo, pero no puedo vivir en un mundo que no me guste, entonces prefiero creerlo.
A pesar de todo anoche estuvimos bebiendo y prendimos una realmente grande fogata, en una noche nublada de luna creciente, al alcance de la vista de cualquiera y cantamos a viva voz mientras las gargantas bañadas en vino tinto aspiraban el humo de la tranquilidad.
Fue una noche tranquila, dormimos de a dos por carpa y un sereno en la madrugada casi interrumpe mi tranquilidad.

Domingo 6:30 a.m. 2 día de viaje.

jueves, enero 03, 2008

Por el Profesor

POR EL PROFESOR, brindo por èl y por lo maravilloso de su obra, por regalarme la Tierra Media un espacio a donde ir cuando necesito soñar.
Como Tolkiendil (seguidor de Tolkien) levanto hoy un Brindis por John Ronald Reuel Tolkien en sus 116 años de nacimiento, desde mi propia Tierra Media, desde el Principado de Ùvendor (Còrdoba) en la hermosa Esteldòrê (Colombia).

Por falta de tiempo ya que estoy dedicado a la labor de nuevo padre, y los ladrones se volvieron a robar el cobre de los cables, comparto con ustedes un video clip de El Señor de Los Anillos con la voz de la cantante Enya. Ademàs un mapa, de hecho incompleto, de algunas asociaciones Tolkien del Mundo que estaràn celebrando hoy.