¿Hasta cuándo debemos seguir cargando con los muertos en nuestros ojos, en nuestra conciencia, en nuestra alma, en nuestro silencio?
He culminado de leerme El Olvido que Seremos de Héctor Abad Faciolince, casi lo devuelvo sin darle la oportunidad y cuando lo empecé me retuvo la narración de la relación del periodista y su padre y fue entonces imposible no pensar en el mío.
Me siento orgulloso de mi Padre de de todo lo que le ha heredado a mi personalidad. Muchos de mis decisiones y vocaciones tienen su raíz oscura en la época en que él no temía enfrentarse al mundo, pero este país de balas perdidas hace temblar hasta al corazón más fuerte.
De la misma forma en que le sucedió al señor Héctor Abad Gómez, mucha luz para él, en nuestra tierra se puede ser malvado sólo por pretender ayudar al necesitado. Un país consagrado al Sagrado Corazón, en donde no bautizar al hijo es pecado mortal, se carece completamente de los verdaderos valores cristianos.
Poca preocupación por el otro, ausencia de caridad, intolerancia, desconocimiento extensivo de la verdadera forma del Amor. Lucha por los pobres, por acabar la desigualdad, en contra de la represión y entonces eres de izquierda, comunista, reaccionario, insurrecto, loco, pero no eres una persona justa, no eres alguien bondadoso ni digno de admirar, porque eso que haces no te llena el cuarto de pantallas planas, ni los baños de tinas ni te traslada sobre carros nuevos.
Llora el cielo, llora el alma, mi tierra se inunda, se lamenta por todos los muertos y se lleva consigo a quienes no pueden seguir soportando la angustia de vivir en un país como Colombia ni ante un sistema como el que nos domino, del que nos quejamos pero no tenemos la intensión de cambiar.
Grito de dolor, tratando de aferrar mi alma a las cuerdas bucales para que no desfallezca en la desesperanza. Cuanto más tendrá que pasar para que podamos dominar el animal violento que aún somos, el que a punta de bala saca del camino a que le estorbe. Cuándo sacaremos a los cuellos blancos que han puesto fuera de función muchos de los cerebros que lucharon por un país mejor.
La historia de mi país hace que seguidamente me avergüence de mi condición como humano.
1 comentario:
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